¿Ser Migrante?

Mi nombre es Carlos A. Martínez Pedroza. Soy coach internacional (mi título mas reciente),  ya que he estudiado varias carreras, y soy,  adicto a los estudios, lectura y deportes.

Entre los tópicos solicitados por la revista PhiKósmos, me preguntaron ¿Qué es ser Migrante para ti? De allí comenzó mi viaje en el tiempo.

He visto varios escritos y videos, que hablan de lo que significa para muchos venezolanos, ser migrantes, siendo Venezuela un país de inmigrantes, que abría los brazos a todos los extranjeros que decidieron mudarse a ese mi bello país.

De allí surgieron: el dominicano que vendía perros calientes bajo el edificio donde vivía en Santa Mónica, el portugués del abasto que era duro de fiar, y el panadero que decía “hoy está calentito, como a mí me gusta” y lo mirábamos riéndonos y diciéndole: “por eso eres raro portu”, o el árabe que tocaba a la puerta para vendernos “los estrenos” que usaríamos en navidad (como llamábamos a la ropa nueva a estrenar el 24 y 31) o jugando con fuegos artificiales con los hijos de los chinos del restaurante de comida china “El Asia”.

Jugando metras y pelotica de goma con los italianos que abundaban en el vecindario, éramos todos hermanos, siempre entre nuestros amigos, habían los sobrenombres: el negro; el chino; el portu; el turco; el indio; el italianito; el “no puede papierde” haciendo alusión al dominicano, que hablaba como un sketch de una conocida programación que no nos perdíamos todos los lunes, llamada la Radio Rochela; el “panadeiro”; era normal tener tanta variedad de culturas entre nosotros, no había distinción de clase ni géneros, ni bullying entre nosotros, simplemente éramos los panas de la cuadra.

Hoy en día, los venezolanos se vieron en la necesidad de migrar de su país, y ahora vemos jóvenes médicos, trabajando en la recepción de un consultorio, o abogados limpiando baños, o ingenieros vendiendo “tequeños” en las calles, tuvimos que aprender a ser humildes, eso aplica para jóvenes y no tan jóvenes. Esto está forjando mejores personas en todo el mundo, personas que están aprendiendo a valorar lo que hacen los demás, viviendo en sus propios zapatos.

Interesante, que nos tocó incluso investigar la diferencia entre inmigrante y emigrante, ya que, para nuestro vocabulario, no existía estas palabras. Ahora sabemos que: un inmigrante es alguien que viene, un emigrante es alguien que se va y un migrante es alguien que se desplaza.

No conocíamos tampoco la palabra “racismo”, ya que decir negro a alguien es a modo de cariño, y no lo vemos como insulto, y en todos los grupos, siempre hay alguien que le decimos el negro. Hoy en día aprendimos que, si le dices negro a alguien, en otro país, puede costarte la cárcel.

Mucho menos entendíamos que significaba la palabra “xenofobia”, o rechazo a los extranjeros, ya que no había diferencia entre nosotros, siempre fuimos iguales.

O más recientemente, la aporofobia, como señala Adela Cortina, “es lo que alimenta el rechazo a inmigrantes y refugiados. No se les rechaza por extranjeros, sino por pobres”.

Usábamos las bromas sin destruir a nadie, ni crear traumas en su vida y todos absolutamente todos, teníamos sobrenombres. Incluso no sabíamos, en muchas ocasiones, el nombre real de alguno de ellos, como: “Pelón”, el “Catire”, “Cerro prendido” (haciendo alusión al pelirrojo), El chino, “PataeFerry”, El “jamao” (como me decían), “Nacho”, “Flaco”, “El gordo”, “Botaro”, “Cocoa” y muchos otros, mas insultantes, que no puedo colocar en este texto, uno más cómico que el otro.

Es tanto lo que nos acostumbramos a ellos, que el día que te llamaban por tu nombre, le preguntábamos: ¿Por qué estás bravo conmigo?

Yo con todos mis cursos de buceo, y siendo instructor de buceo profundo, llegando a profundidades de hasta 100mtrs. (con los equipos y preparación adecuada para ello, tras una planificación estricta para lograrlo), he tenido que hundirme mucho más abajo, y dejar allí ese ego que teníamos heredado (o quizás, mal aprendido), por ser trabajadores de la PDVSA de antaño. Allí en esa profundidad donde no había nada de luz. Y allí, ese ego se transformó en humildad, y migré y entendí que, así como hay gente que me ayudó (y con la cual, hasta el sol de hoy, estoy muy agradecido), así debía hacerlo yo, por eso estudié y me gradué de coach, para ayudar a los demás, y es lo que llevo ya más de 4 años haciendo (y no pierdo la oportunidad de apoyar organizaciones como “Gofundme”, o colegas emprendedores o amigos necesitados que necesitan apoyo).

Que lección de vida más importante nos tocó aprender.

Que importante el cambio de perspectiva que nos dio la vida.

En uno de los cursos que elaboré, está en detectar tu Superpoder (cuál es la razón de tu existencia), que en la pirámide de Maslow sería la cima de la pirámide, la autorrealización. Igualmente aprendí de Simon Sinek y el poder del ¿Por qué?, en donde descubrí que mi razón de ser, lo que me motiva y es mi huella hoy por hoy (Mi frase del Superpoder) es:

“Me gusta mucho enseñar y aceptar retos innovadores, por lo que el ser pionero y poder evolucionar me apasiona. Me fascina actualizarme constantemente. Esto me ha permitido aprender de los demás, y ayudarlos en su crecimiento personal y profesional”

Esta es mi motivación realmente, mi vocación, mi Norte, mi autorrealización.

Es mi frase de “superpoder” que conlleva una huella, que te identifica y que contiene un verbo (tu esencia) y un predicado (¿por qué eso (esa frase) es importante para los demás?), el conocerla, te ayuda a lograr metas en tu vida y lograr que tu mensaje sea aceptado por los demás, y crean en ti.

Hoy en día estoy a la búsqueda de unir a los que estamos separados, especialmente mi familia, mis amigos dejados atrás; donde me ha tocado aprender y desaprender constantemente, a ser resiliente, a adaptarme como nunca antes lo había hecho al constante cambio, a entender las estaciones del año y aprender a convivir con ellas, tecnología para no perder el contacto, innovar, evolucionar, aceptar, y porque no decirlo, sufrir y llorar en silencio, cuando ha tocado (especialmente con la muerte de mi madre al otro lado del continente, ya que murió en Venezuela y no me pude despedir de ella).

Extrañar esas grandes reuniones familiares que hacíamos todos los fines de años, cuando apartábamos medio hotel para todos nosotros en un “todo incluido” en Margarita, o en Mérida, o en Orlando.

Cuando hacíamos las mega rumbas de cumpleaños o salíamos en lanchas o aviones dependiendo el caso, a conocer un nuevo lugar de buceo, o una isla para acampar, de allí nació mi compañía de turismo y buceo “Subvitur”.

Todos recuerdos, que, aunque he intentado repetirlo, siempre viene a la memoria, alguien que no está en ese momento, y los extrañamos mucho en ese instante. Ahora entiendo la frase: “Recordar es vivir”.

Todo este manojo de sensaciones: alegrías, tristeza, enseñanzas, resiliencia, reaprender, extrañar, conocer, y recordar, son el significado, para mí de lo que es “Ser migrante”.

Quiero terminar con este pensamiento de Salvador Suniaga: